Probable Bar Paula. Tomado de una página de branding de fecha indeterminada. |
“Todo el conjunto de los
cielos y la innumerable muchedumbre de seres que pueblan la tierra, en una
palabra, todos los cuerpos que componen la maravillosa estructura del Universo, sólo tienen substancia en una mente; su ser consiste en que sean percibidos o
conocidos.”
George Berkeley
Confirmo que no estoy hecha para estos tiempos. Hace unos
días, mientras iba en un autobús cualquiera, vi pasar un bar llamado Paula. Paula, Bar Paula. MI bar. Confieso haberme emocionado porque era la
primera vez en la vida que veía mi nombre en un negocio. Ahora puedo adoptarlo y hacerlo mi bar
favorito, pensé. Pero en cuanto el autobús dio vuelta y lo dejé de ver—ya bien decía George Berkeley— el bar Paula cesó
de existir. No había nada en esa calle perdida más que polvo y oficinas. Y si no había nada era porque no se me había ocurrido tomarle una fotografía, al menos no con esa cajita de chicles que llamo
cándidamente teléfono. La culpa era mía. ¿Y
ahora cómo voy a enseñarlo?, recuerdo que fue lo siguiente que pensé. O en otras palabras: cómo voy a demostrar que
existe, si solo está en mi memoria.
Porque ser es ser percibido. Y en estos tiempos, completando
la teoría de Berkeley, si algo no es retratado, si no se percibe desde el
sentido extendido del trípode y la cámara fotográfica, simplemente no existe. Ya
nadie te cree si no lo compruebas con una foto —mínimo—: si no hay imagen no
hay objeto, pues. Por eso siempre hay un ejército de diminutos flashes en
cualquier concierto o espectáculo: si no lo cuelgas en Facebook o Twitter es
que no fuiste. Y además, un celular decente debe funcionar para todo: comunicar, mensajear, whatsapear, fotografiar, navegar, todo. Por descontado, una
persona debe servir para lo mismo: ídem, ídem, ídem. ¿Y si no es así no
existe? ¿Y luego yo qué estoy haciendo?
Una vez más, confirmo que no sirvo para esta época, y lo
digo por al menos tres cosas: una, que no he tenido la voluntad suficiente para comprarme un
Smartphone e integrarme a la nueva generación hiperconectada. Dos, que no soy capaz de tomar fotos en movimiento rápidamente. Pienso demasiado las cosas —lo
cual es una forma elegante de decir que soy una indecisa atroz y que siempre
titubeo—. Tres: porque aún tengo la idea idiota de que si algo se llama como yo
es mío, aunque nadie lo perciba. Y eso no es de estos tiempos, es de una lejana
infancia cuando pensaba que el mundo era real lo viera quien lo viera. Habráse
visto idea más antimoderna la mía.
¿Dónde hay un grupo de apoyo para los anti-berkeleyanos?