8 de agosto de 2013

SOBRE LA INEXISTENCIA DE UN BAR


Probable Bar Paula. Tomado de una página de branding de fecha indeterminada. 
“Todo el conjunto de los cielos y la innumerable muchedumbre de  seres que pueblan la tierra, en una palabra, todos los cuerpos  que componen la maravillosa estructura del Universo, sólo tienen substancia en una mente; su ser consiste en que sean percibidos o conocidos.”
George Berkeley

Confirmo que no estoy hecha para estos tiempos. Hace unos días, mientras iba en un autobús cualquiera, vi pasar un bar llamado Paula. Paula, Bar Paula. MI bar. Confieso haberme emocionado porque era la primera vez en la vida que veía mi nombre en un negocio. Ahora puedo adoptarlo y hacerlo mi bar favorito, pensé. Pero en cuanto el autobús dio vuelta y lo dejé de ver—ya  bien decía George Berkeley— el bar Paula cesó de existir. No había nada en esa calle perdida más que polvo y oficinas. Y si no había nada era porque no se me había ocurrido tomarle una fotografía, al menos no con esa cajita de chicles que llamo cándidamente teléfono. La culpa era mía. ¿Y ahora cómo voy a enseñarlo?, recuerdo que fue lo siguiente que pensé.  O en otras palabras: cómo voy a demostrar que existe, si solo está en mi memoria.

Porque ser es ser percibido. Y en estos tiempos, completando la teoría de Berkeley, si algo no es retratado, si no se percibe desde el sentido extendido del trípode y la cámara fotográfica, simplemente no existe. Ya nadie te cree si no lo compruebas con una foto —mínimo—: si no hay imagen no hay objeto, pues. Por eso siempre hay un ejército de diminutos flashes en cualquier concierto o espectáculo: si no lo cuelgas en Facebook o Twitter es que no fuiste. Y además, un celular decente debe funcionar para todo: comunicar, mensajear, whatsapear, fotografiar, navegar, todo. Por descontado, una persona debe servir para lo mismo: ídem, ídem, ídem. ¿Y si no es así no existe? ¿Y luego yo qué estoy haciendo?

Una vez más, confirmo que no sirvo para esta época, y lo digo por al menos tres cosas: una, que no he tenido la voluntad suficiente para comprarme un Smartphone e integrarme a la nueva generación hiperconectada. Dos, que no soy capaz de tomar fotos en movimiento rápidamente. Pienso demasiado las cosas —lo cual es una forma elegante de decir que soy una indecisa atroz y que siempre titubeo—. Tres: porque aún tengo la idea idiota de que si algo se llama como yo es mío, aunque nadie lo perciba. Y eso no es de estos tiempos, es de una lejana infancia cuando pensaba que el mundo era real lo viera quien lo viera. Habráse visto idea más antimoderna la mía.


¿Dónde hay un grupo de apoyo para los  anti-berkeleyanos?