6 de julio de 2011

Batallas de Babel (cinco conversaciones)

I.
El barullo inusitado de tu boca
extingue mis posibles defensas.
Tu lengua es una piedra centelleante:
Ahora echarás tu aliento de fuego,
 una franca llamarada,
y habrá quemaduras mortales:
mi indiferencia se vaciará,
igual que mi rostro, entonces desnudo.
Quedarán al descubierto mis miserias,
los nauseabundos aromas que exhale
por el calor que me circundará,
                                                          el tuyo.

II.

No enmudezcas, no.
Aún no ha acabado el sitio,
la cuenta inadmisible de los días
                                    en vilo.
Seguirán cundiendo los incendios,
las pestes asolarán, y la lengua de humo,
—de chispas, y fuego, y muerte—
irá a donde haya algo que quemar,
tal vez hacia tu carne.


III.
De ti he aprendido esto:
Nos desplomamos siempre
los que, inocentes, respiramos
tus combustiones involuntarias.


IV.
Atrás, muy atrás van mis fuerzas
—dardos sedientos para aniquilar,
 que estallarán en cuanto ordene—
adelante, la ventaja ciega
del silencio unánime.

Sólo mi lengua y yo sabemos
el espacio en que se fraguan los combates:
es el laberinto de mi victoria habitual.


V.
Sólo esta vez, sólo por hoy
me doblegaré.

Sigo tu palabra:
quizá así no me penetren
las polvaredas, escombro único
de tus batallas.