14 de septiembre de 2011

Recado a la posteridad


Habré de admitir que
mentí en cada instante:
en los gestos esclarecedores,
el caminar contento,
el alma limpia y cantarina
(¿y lo turbio a dónde ha ido?),
en el habla sedosa, reposada.

Sólo fui perplejidad,
inconvicción, marea muerta.
No abogué por causas nobles,
no peleé por ser honesta,
no vibré en pasión flagrante.

Fui, quizá, tibieza,
mediocridad de ceño,
oscuro juego de palabras
navegando en los letargos.

Nada más que ser regular,
ser a medias en el mundo,
cabo suelto sin sospecha:
ser humano con su piedra
       al cuello.