19 de julio de 2013

SOBRE LA BEATLEMANÍA






Acaso la respuesta es: los adoramos tanto que no podemos resignarnos a su ausencia.

¿Cuál es la pregunta? La pregunta es por qué, si no soy fan de los grupos tributos, terminé frente a una banda que en el espectáculo Beatlemania rinde homenaje a, quién si no, los  supremos, mayestáticos, todopoderosos BEATLES, prácticamente cincuenta años después. Estos son los Beatles bizarros, (como el Supermán de las caricaturas de los ochentas que tenía una copia, el Supermán bizarro), un grupo que se presentó en las Vegas durante siete años, y que algunos consideran que es la mejor banda tributo a los Beatles en el mundo. La mejor banda tributo. Qué se puede decir después de esto.

Lo cierto es que, mientras coreo I wanna hold your hand, en el teatro Barts de Barcelona, me cuestiono sobre la calidad del grupo, sobre todo porque suena prácticamente igual que el original. Los mismos acordes, las mismas voces, los mismos trajes, los mismos bigotes y el mismo pelo lacio que alguna vez caracterizó a los “escarabajos”. Incluso cuando hablan se escuchan como ingleses, suenan como Paul o como John o hasta como ese tono chillón de Ringo. Y conforme van enlazando canciones, y en mis oídos resbalan Can’t buy me love, Help me o I’ve Just seen a face, no puedo evitar preguntarme si, cuando canta el imitador haciendo de Paul, será culpa del imitador o de Paul el que suene de vez en cuando desafinado. La personificación es tan estudiada que no estoy segura de dónde acaba uno y empieza el otro. ¿Así sonaba Paul cuando cantaba? Porque los movimientos puedo jurar que los reconozco, son los de Paul. ¿Pero y el resto? ¿A tal grado llega la obsesión por calcar, por duplicar a una persona?

Al ritmo de We can make it out, recuerdo una teoría sobre las personificaciones, llamada Uncanny Valley o Valle inquietante, si quiere uno castellanizar y ponerse mamón. Dice, en resumen, que conforme una imitación va acercándose al objeto imitado  comenzará a darnos una respuesta emocional aversiva. O sea, que nos erizará el pelo poco a poco, y terminará por darnos repugnancia. Esta teoría la inventó un japonés mientras hablaba de robots o androides, pero puede aplicarse a prácticamente todas las copias del mundo. ¿En qué momento dejan de evocarnos y comienzan a asquearnos?   

Mi padre no está de acuerdo con esa teoría. Pero nunca está de acuerdo conmigo, así que dejo de explicarle y sigo cantando. Unas chicas de ropa corta y de cabellos largos salen a amenizar la fiesta. Me pregunto si eso sucedía en los conciertos de los Beatles, y si no lo es me imagino que será herencia del siglo XXI. Después de un breve intermedio, los Beatles bizarros salen personificando a los Beatles verdaderos en su versión Submarino amarillo, con hippismo incluido. Me pregunto si usarán pelucas. Sargent Pepper, With a Little help of my friends, Strawberry fields forever, y el público va animándose, aunque no demasiado. Los bigotes de George y los lentes de John se vuelven una máquina del tiempo, y esta vez puedo jurar que han regresado, que el Uncanny valley es mentiraHello, Goodby es  su representación más lograda, sin duda: Incluso se alcanzan a escuchar algunos gritos del público, que por un momento hace caso de las luces que se encienden y se apagan suplicando por aplausos.

Pronto llega el intermedio, y después se asoma en el escenario el estilo beatle decididamente bohemio. Pelucas, son pelucas, pienso cuando veo el nuevo cabello largo de John. Con Lady Madonna van convenciéndome, con Here comes the sun me derriten (aunque sigue gustándome más la versión de Nina Simone). Cuando llega el coro de Barcelona para cantar Let it be, el público y yo ya estamos más que en ritmo,  y sin saber cómo nos paramos a aplaudir. Después de algunas otras canciones, como Revolution o Birthday, el coro reaparece para salvar la desafinada versión de Good night, ahora de Ringo. Me vuelvo a preguntar si será parte del espectáculo, o aporte del Ringo bizarro. Parte del espectáculo, concluyo.  

El grupo reaparece después de una tanda de aplausos, con un primer encore del clásico Yesterday. Con Long Tall Sally, su último encore, se despiden, con las chicas de ropas cortas y el coro detrás. Y conforme me doy cuenta de que no saldrán más, y trato de calmar mi adicción al bis, me respondo a la pregunta inicial: Sí. Queremos que vuelvan, o como dicen ellos, los Beatles y los bizarros: You knew I wanted just to hold you/Had you gone, you knew in time, we'd meet again. Es igual que sea el original o la copia, la obsesión inalterable sigue allí. Por eso intentamos rescatarlos del olvido. Por eso, cincuenta años después, aun escuchamos con pasión  a Beatlemania. Por eso mi memoria sigue allí, en la sala de Barcelona, aplaudiendo. Y ya no me pregunto qué hago ahí, solo canto.