Calla, niño, calla
Que bajo las puertas
Que bajo las puertas
de nuestro
armario
Tras los jardines
apretándose entre
las gladiolas
Dentro del rumoroso
artefacto gringo
que ahoga el aire
en el cuarto de tus abuelos tristes
— y punza, y
chirría—...
Que tras la placeta
dando la vuelta,
un domingo
Dentro del día
soleado
de primavera
—esta mañana,
cada mañana—...
Que a un lado del metro
y en las solitarias máquinas
expendedoras
en los billetes consumidos
clavados como
anzuelos
En los sombreros
que se estilan
ahora (tan viejos,
tan rotos, tan desocupados)...
Que entre la gente
que camina
y no se cansa, y
sigue,
con rostro
ansioso
y lengua siempre
escurriendo
y manos caídas
y voz inútil...
Que entre tus amiguitos
que gritan
Sin saberlo
Sin saberlo...
Ahí también
se enhebra la aguja
y se peina el fino hilo
con que, de ahora en adelante
coseremos nuestras bocas
¡Quieto! ¡Quieto!
Ahora calla, niño, calla.
y se peina el fino hilo
con que, de ahora en adelante
coseremos nuestras bocas
¡Quieto! ¡Quieto!
Ahora calla, niño, calla.